Presentan exposición interactiva inédita de Tláloc en Teotihuacán


Mediante el uso de la tecnología y de algunos vestigios arqueológicos, integrantes del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), montaron una exposición interactiva en la que le dan vida a “Tláloc”, dios de la lluvia, que lo hace caminar al lado de los visitantes de la misma zona arqueológica de Teotihuacán.
“Los rostros de Tláloc en Mesoamérica”, es el título de esta exposición cuya autoría es encabezada por la investigadora del IIE, María Elena Ruiz Gallut, que combina la realidad virtual y los vestigios milenarios.
Ruiz Gallut, manifestó que en la muestra hay una constante, quizá imperceptible, pero siempre como telón de fondo, que es el sonido del agua al caer, el retumbar de los truenos y el eco de tormentas que se aproximan.
“Así, sin darse cuenta, el paseante se impregna de todo lo que tiene que ver con este dios. Aquí no necesitamos largos y aburridos cedularios, todo es experiencia sensorial, imágenes que aparecen ante nosotros, ruidos que llegan a nuestros oídos y que más que dar una definición sugieren qué significó la deidad para los pueblos indígenas”, expuso.
No obstante, subrayó, aquel que desee información más académica, con mapas, números y fechas, podrá descargarla en su celular vía “bluetooth”, y quien desee ver de cerca alguna pieza y manipularla podrá usar alguna de las representaciones virtuales en 3D que se desarrollaron para esta ocasión.
“La tecnología nos permite tomar, por ejemplo, una vasija, y rotarla, inclinarla y muchas otras cosas que no podríamos con el objeto original. Además tenemos pantallas ´multitouch´ con un mapa de Mesoamérica que muestra las representaciones que se hicieron de este dios en cada región.
“Incluso -continuó-, hay una sala donde el visitante se transforma en Tláloc y puede fotografiarse así, como el señor de la lluvia encarnado, y subir la imagen a Facebook, pues la deidad ha ampliado sus dominios a las redes sociales”.
Para revelar qué oculta este dios detrás de su manto de lluvia, este grupo de universitarios instaló, en pleno Teotihuacán, esta exposición en la que traen a la vida a la única entidad mítica que logró lo que ninguna otra, ser venerada por más de un milenio, lo mismo en las selvas mayas, donde habita el jaguar, que en tierras aztecas, refugio del águila.
“Esto nos da una idea de lo vasto de su influencia y de lo relevante de este personaje, que en mucho definió cómo somos”, indicó la especialista y agregó que con esta idea diseñaron esta exposición que permite un acercamiento a esta deidad.
“Sin caer en exageraciones nunca antes se había montado algo parecido en una zona arqueológica. Con la ayuda de la tecnología logramos que esta deidad, literalmente, se nos aparezca, nos hable y nos guíe en un viaje a través del tiempo y del espacio”, dijo.
A fin de cambiar los métodos pedagógicos de enseñanza básica, desde hace cuatro años ella y su grupo se abocaron a diseñar una exposición que rompiera con las ortodoxias y lugares comunes, y para ello se aferraron a una idea, “Tláloc está vivo y camina por Teotihuacán”; tomaron esta frase en su sentido más literal y, tras interpretarla, la llevaron hasta sus últimas consecuencias.
El resultado del experimento, comentó, es una presentación interactiva que, además de brindar al visitante experiencias muy diferentes a las que tendría en algún otro museo, demuestra que Tláloc, más que pertenecer a un pasado muerto y petrificado, es un ente que, por ser la deidad del suelo, la vegetación y la fertilidad, remite a todo aquello que está vivo.
Los dominios de este dios, dijo la investigadora, son tan extensos que no sólo comprenden toda Mesoamérica, sino que abarcan milenios. Esta deidad ya estaba presente en este país antes del nacimiento de Cristo y era una presencia dominante al momento en que los católicos pisaron por primera vez tierra indígena.
Ollas, estatuillas y demás piezas dedicadas a Tláloc pueden encontrarse de norte a sur de México; por ello, su grupo de colaboradores, entre los que se encuentran historiadores de arte y arqueólogos, se ha dedicado a peinar las bodegas arqueológicas del INAH.
“Hasta el momento llevamos más del 90 por ciento de los almacenes revisados, lo que se traduce en más de mil 500 pieza catalogadas”.
De todo el panteón mesoamericano, Tláloc es la deidad más reconocible; con tan sólo ver sus anteojeras, bigotera o colmillos sabemos inmediatamente de quién se trata; sin embargo, el tiempo ha hecho que se olviden muchas de sus características y se quede uno con apenas un puñado de sus atributos, explicó Ruiz Gallut.
“Por ejemplo, es dios del agua, pero pocos saben que también lo es del fuego, ya que él, al arrojar el rayo, enciende la yesca en llamas. Además, aunque habita en el octavo de los 13 estratos celestes, también vive en el inframundo y se oculta en las cuevas; de hecho, uno de los múltiples significados de su nombre, además de ‘el que genera’, es ‘sendero largo bajo la tierra’”.
Es esta traducción la que da una mejor idea de qué tan arraigado está Tláloc a Teotihuacán. Incluso podría decirse que está, literalmente, en sus basamentos, pues en la ciudad sagrada hay al menos dos caminos subterráneos que, de alguna manera, son una representación del dios mismo: uno cruza la Ciudadela, otro pasa justo debajo de la Pirámide del Sol.
Los antiguos aseguraban que Tláloc solía morar en grutas como aquéllas, razón por la que los pobladores prehispánicos creían que el jaguar era una de las formas que adoptaba esta deidad para merodear por la Tierra.
Se decía que este animal era un mensajero del inframundo por su costumbre de habitar en lo más profundo de las cuevas; de hecho, el nombre náhuatl de este felino es tepeyóllotl, el corazón de la montaña, concluyó.

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